domingo, 29 de septiembre de 2013

Yo creo, sí creo.

Imagina que es allá las 23.59 de la noche, estás tumbado en tu cama mirando al techo (escuchando música) mientras reflexionas sobre lo mierda que es tu vida (pero eh, hay vidas peores a la tuya), de golpe suena un pitido, ya son las doce; ya no puedes decir "mañana cuando me levante..." porque hoy es mañana, pero al no haber ido a dormir se te hace raro.
Escuchas un ligero golpe en tu ventana "parece que me hayan llamado", piensas. Te vuelves hacia ella e intentas vislumbrar lo que hay tras la cortina que te separa del exterior. Una extraña luz rosada. Vuelves a escuchar, y esta vez con claridad, distingues a la perfección que te han llamado. Una hada. "¿Una hada? ¿Qué coño...?" Y te ofrece la posibilidad de seguir tu vida con normalidad con la diferencia de un pequeño detalle sin importancia: no habrías conocido a X persona. La que tú quieras. Que si Pepito, que si Juanito, tu madre o tu exnovio.
"¿Y a quién escojo yo ahora?" Piensas, porque, si dejas de conocer a tal persona, el curso de tu vida puede cambiar, y si no preguntádselo a nuestro gran amigo del alma Doc (para quién no lo sepa, que vea Regreso al Futuro. La primera parte, las demás no valen mucho).

Y tú, ¿a quién escogerías? ¿O dejarías pasar la oportunidad?

Yo arrancaría las alas a la hada y le robaría los poderes, pero sht, que es un secreto, no vaya a ser que no venga a visitarme.

martes, 17 de septiembre de 2013

It's just a spark.

Todo lo que hicimos fue por ser felices, por vernos en el estado máximo de la felicidad. Que nuestros ojos no volvieran a lubricarse porque nos sentíamos solos. Que nuestros dedos, entrelazados, no se volvieran a separar.

Y es que, después de todo, no somos nada. Todo lo que intentamos acaba en fallido. No tenemos que intentarlo, tenemos que hacerlo.

Incendiamos lo único que nos quedaba con sólo una chispa.

sábado, 7 de septiembre de 2013

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Se acercaba el invierno, lo sabía porque la noche empezaba pronto, se despertaba y los rayos de sol aun no se colaban por las rendijas de su cortina, las tardes eran frías y húmedas, total, lo típico de invierno.
  
     Sonaba el timbre del instituto. Bien, las clases acababan por ese día. «Adiós, hasta mañana» despedía a su profesor. Él la sonreía y ella le devolvía la sonrisa. «Venga hasta mañana, luego hablamos por WhatsApp» le decía el chico que estaba coladito por ella. «Vale», seca, pero no olvidó la sonrisa.
Ese día decidió ir a pie, quería disfrutar de los últimos momentos antes de coger su abrigo de lana gris, el que le regaló su madre las Navidades pasadas.
Sólo se escuchaba el crugir de las hojas y su respiración. Lenta y pausada.

    Llegó a casa justo a la hora de comer, una ensalada de zanahoria y un bistec humeante la esperaban encima de la encimera de la cocina, pero ella, como hacía desde varios meses, pasaba de largo.
Entró en el baño, giró suavemente el grifo del agua caliente hasta el final y puso la mano debajo del chorro hasta encontrar la temperatura perfecta, ardiendo. Entonces puso el tapón de la bañera y caminó hacia su habitación. Se quitó la ropa hasta quedarse en la interior.
Volvió al baño y cerró el grifo. Comprobó por segunda vez la temperatura metiendo el dedo índice en la bañera, perfecta. Tenía la piel de gallina a causa de la corriente que hacía ahí, así que se apresuró por quitarse el sujetador y bajarse las bragas, que las dejó tiradas en el suelo.
Primero metió un pie en la bañera hasta acostumbrarse a la alta temperatura del agua, después el otro. Y empezó a agacharse hasta quedarse estirada. Cerró los ojos. La puerta se abrió, pero ella ni se inmutó, seguía pensando en su vida. Empezó a tararear la sintonía de un famoso anuncio de televisión a la espera de que su hermana pequeña la acabase. Entonces escuchó una voz triste que le susurraba:

«Déjalo, ella ya no está